jueves, enero 17, 2008

Y los siglos siguen amontonándose unos tras otros...


Me siento aquí. Miro por la ventana. Intento escribir. Me levanto y voy a la cocina, vuelvo y cojo un libro. Empiezo a leer. Una, dos, tres páginas. Lo dejo sobre la cama abierto boca abajo, por donde iba leyendo, por si acaso lo retomo...
No llueve ni hace sol. El día es blanco. Grotesco blanco sucio sin palabras. Insoportablemente blando.
Voy al baño y bebo del lavabo. En este punto debería empezar a analizar las cuestiones, ordenar el cuarto, terminar los trabajos, decidir sobre todas las cosas que se arremolinan en la orilla una vez tras otra... Dejar de ansiar la gran devastación. "Antes de que el día deje de ser blanco para volverse negro lo haré", pienso. Me lo prometo y me siento aliviado por mi promesa. Largos son los siglos...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A veces descubro que no me siento viva, y no sé muy bien por qué. Entonces llega el vértigo, e invento estrategias para volver y razones. Creo que ya ha habido demasiado desgaste, edades de hielo, erosión glacial, impactos de meteoro como para desear la llegada de otra gran devastación. Nos movemos entre un extremo y otro, amenazando siempre nuestra estabilidad. Estamos siempre en peligro de caer en la autodestrucción.

Pero la atmósfera terrestre se extiende a través de unos cien kilómetros sobre la superficie del planeta. Si ascendemos unos tres o cuatro kilómetros más, podemos escapar a la gravedad. Ya no existe la carga. Y ahí te quiero ver, los días blancos.

Lo que sé me ha sido transmitido en susurros radiactivos, y sólo se que cuando los siglos se amontonan hay que buscar la levedad. Place to be...

Miski dijo...

Buff...lo que has escrito me recuerda a los días en que me siento como un Sísifo con ansias de descanso eterno; pero eso no es posible pues la vida es movimiento aunque sólo sea de pensamientos.
Seguro que momentos así se arreglan con una buena compañía y una buena película.
Un salu2.