miércoles, marzo 14, 2007

INLAND EMPIRE (Lynch flotando sobre sueños)

Hay un pasillo oscuro, por el que camina lentamente una mujer. Al fondo, una habitación iluminada. Una lámpara roja. Una pesadilla. Hay nieve en el cielo de Polonia, nieve que flota suspendida entre los arboles y el aire amarillento. Unas prostitutas pasean por la nieve, escudriñan a la mujer, que llora. Un hombre sangrando sobre el pavimento húmedo.
Algún día lo averiguaré, dice la señora conejo a su marido. Risas grabadas. La mujer frente a los tres conejos de tamaño natural. Que clase de broma es esta, piensa. Hay un pasillo oscuro y un viejo cuento polaco. Cuatro Siete. Y una película que nunca se podrá filmar. Flotando sobre mañanas tristes. La aguja del tocadiscos cruje sobre el vinilo brillante y negro. "Yo vivo al final de la calle. Mi casa es dificil de ver desde fuera". Mañana estarás sentada ahí delante. La mente se anestesia y se revelan las temidas fotografías. Lynch se esconde dentro de un armario y mira por entre sus rendijas como hacen el amor una pareja imposible. Dime si me has visto antes alguna vez. Lynch que moldea arena sobre una mesa de cocina, de la que nacen amores y misterios. Todas esas hermosas mujeres la miran a ella, que no recuerda pero empieza a recordar. Bailan para ella, bajo luces y música. Se desnudan para ella, para su pánico, que crece. Y hay una luz puesta al final de un pasillo. La historia de un amor que renace en una habitación fría. Hay tanta nieve sobre el cielo de Polonia...
Lynch acechando tras el muro que hay junto a Winkie´s, en el cajellón solitario que hay detrás del supermercado. Hay algo que es y no es. La posibilidad de ver una salida entre dos mundos. Lynch en una butaca del teatro, viendo bailar y cantar a todas esas bellas mujeres. Música de discoteca. Frenético. Frenopático. El piano suena. Pero Lynch, siempre Lynch... Se levanta. Todo fue una grabación. No había mujeres, no había piano. No había banda. Una caja azul se cae al suelo y se abre. Ahora... Silencio.

lunes, marzo 05, 2007

Al final del día, la playa parece más una ensoñación que otra cosa. No sé si será la bruma, la arena gris o aquel muro rojo y azul. Siempre hay algo aquí que hace sentir ternura y tristeza, pienso. En la costa brillan algunas bombillas. Su luz se expande en circulitos imprecisos y temblorosos.
Me acuerdo de Gustav y Tazio, y de cómo se extingió aquella devoción, aquella mística indiferencia. "Aquella lascivia decadente y pecaminosa", susurró a mi lado un angel terrible.

Cojo un guijarro. En mi mano pierde su significado. Esto me hace pensar en lo fugaz. Una piedra negra en mi mano y no quiere decir nada. Es inexplicable. Por eso la arrojo con fuerza al mar, que la engulle, con una blandura sorda que estremece.
La felicidad se parece a un barco enorme que avanza junto a la costa. Un barco tan grande que no lo puedo abarcar con la vista. Un barco negro y blanco iluminado desde tierra. Eso es la felicidad. Ver como avanza sobre la noche, poderoso, lentísimo. Sentirme aliviado a su paso.
Mis manos se hunden en la arena crujiente.
Las casas a lo lejos, pequeñas, celestes.
El amor es un dibujo en la pared. Un corazón dentro de otro corazón.
Que puede significar un guijarro sobre mi mano, me dije. La linea de la costa. Los cables de alta tensión. Que puede importar el significado. Hay un corazón dentro de otro corazón.
El barco pasa ahora a mi lado y creo distinguir a alguien, que desde arriba, mueve un pañuelo blanco en el aire. Debo estar soñando. Debo estar soñando.
Pienso en Gustav y Tadzio.

jueves, marzo 01, 2007

Celeste y verde


La niebla. Campo verde. Cielo amarillo y gris. Gotas en el cristal. Celeste y verde. Un rio callado. Se me olvida algo, y sin embargo... La niebla. El campo amarillo y gris. El cielo verde. El cristal celeste y gotas de agua. Sé del frio que hace sangrar... y sin embargo... La niebla. Los siglos amontonándose sobre el mundo, sobre las vias del tren. Sobre el campo azul y negro. Un rio atroz que arrastra el recuerdo. El sol no quiere, no puede. Es una mancha borrosa, un pensamiento que se desdibuja en la mente de Dios. Dios celeste y verde. Dios en la bóveda, como un acróbata ruso. Rusia fria y gris. Está amaneciendo y el ánimo se desploma. Se me olvida algo acerca del viaje, y sin embargo... No, basta de palabras. Soy yo el que me defino a mi mismo, y es solo un delirio lo que veo.
El mundo se me antoja vasto e inexplicable. Las ramas de los árboles son finas, oscuras. A duras penas se levantan hacia el sol, que sigue siendo una pintura abstracta.
No seré yo el que lo niegue.
Creo ver algo débil ahí afuera. Algo que parpadea, celeste y verde. Algo que hace llorar. Puede ser un rio cubierto de humo, quizás un vago recuerdo que se va torciendo hasta convertirse en agua. En agua sobre el cristal, sobre mi pupila.