martes, febrero 20, 2007


Junto al lago, en aquella mañana de domingo, fue cuando plantaste el arbol, y creíste que podrías salvar el mundo. Tarde en rojo y verde, agua quieta y viscosa donde los sueños se convierten en manos que te rozan.

Te abrazaste a ella, flotasteis sobre la cama, sin un hilo, ni un remordimiento. Creíste que así salvarías el mundo. La casa de campo, el juego de té sobre el barro. Un niño que persigue una bicicleta y tanto terror en todas las almas.

Fuego, que ruge y crece sobre el tejado. Corriste sobre el agua de plástico, sobre el suelo de cristal, llorando, como el primer hombre del planeta al ver el crepúsculo.
Y te preguntaste si al principio fue realmente el verbo, y entonces miraste arriba, y vistes las flores en las ramas. Y entonces lo entendiste todo. El final se pospuso. El infierno nos amplió el plazo. La guadaña pasó de largo aunque aún puedas notar su frio aliento perdiendose en el bosque. Al menos podremos sonreir un poco más, debíste pensar. Eso ya es algo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bonito! y mira me dices que venga y lo mire y te hago caso, en cambio tu ya no se como pedirte que mires mi blog.
besos

Mirna dijo...

Quería decirte que hacía mucho que un poema no me emocionaba tanto (un poema sencillo, improvisado, sin pretensiones). Hace mucho que sólo floto en sueños, y aun entonces me lastran los remordimientos. Los miedos, los fantasmas. Hace mucho que no pienso en cambiar el mundo. Ya ni siquiera pienso en cambiar mi vida.
Me he acomodado en este estado de ánimo que es como mi apartamento: pequeño, desordenado, silencioso, lleno de libros. Me encierro aquí; en este cuarto que se está convirtiendo en una prolongación de mí, y aunque no me gusta, tampoco pienso en cambiarlo.

Pero esta tarde este poema, el fotograma de la película, han despertado el primer llanto sin palabras de la niña dormida que sí soñaba con cambiar el mundo. Con empollar huevos de la nevera y que nacieran polluelos.

Esta tarde vuelvo a pensar en todo lo que podría hacerse si tuviéramos el amor de aquel monje. Pienso en Sacrificio y en la revelación que supuso.

Y de repente, sólo me apetece convertirme en ese poema.