viernes, marzo 21, 2008

REVISITANDO A TARKOVSKI


Cada momento de nuestros encuentros
era fiesta con el Dios distante.
Solos en este planeta. Fuiste
más valiente y más ligera que el ala de un pájaro.
Bajando la escalera de dos en dos,
como el vértigo, llevándome a través
de lilas mojadas a tus dominios insondables,
por la otra parte del espejo.

Cuando llegó la noche tuve la gracia,
se abrieron las puertas del altar,
en la oscuridad resplandecía
la desnudez en su lento reclinar.
Y yo, al despertar, decía: “¡bendita seas!”
porque sabía que era audaz mi bendición.
Tú dormías, pero las lilas de la mesa
se disponían a tocar tus párpados
con el azul del universo circundante,
los párpados, tocados por el color azul,
estaban muy tranquilos, tu mano cálida también.

En el cristal pulsaban tantos ríos,
montañas humeaban y mares despuntaban,
tenías en tu palma un globo cristalino,
estabas durmiendo en el trono.
¡Dios justo! Tu eras mía.
Te despertaste para transformar
el vocabulario humano, usado cada día,
y el lenguaje se llenó hasta el tope
de fuerza sonora, y la palabra tú abrió su acepción nueva, que era el zar.

En el mundo se ha transformado todo,
incluso cosas tan sencillas como el jarro y la palangana,
y el agua dura y laminada
estaba de guardia entre nosotros.

Algo me llevaba no sé adonde.
Nos cedían paso, como espejismos,
ciudades construidas por milagro,
la menta, cual alfombra, se acostaba bajo nuestros pies,
los pájaros nos acompañaban haciendo el mismo camino,
los peces subían el río
y el cielo se abrió ante nuestros ojos...
El destino seguía nuestra pista
como un loco con navaja afilada.

("Primeros Encuentros", de Arseni Tarkovski. Esta poesía fue utilizada por Andrei, el hijo del poeta, para acompañar unas imagenes en su película "El Espejo")